jueves

Cartas a un joven novelista, Mario Vargas Llosa


Una reflexión en forma epistolar dirigida a todos aquellos a los que domina la ilusión de llegar a ser novelistas.

El gran escritor peruano, a través de estas cartas, nos habla con lucidez del oficio y el arte de narrar, y aconseja:

«... quien ve en el éxito el estímulo esencial de su vocación es probable que vea frustrado su sueño y confunda la vocación literaria con la vocación por el relumbrón y los beneficios económicos que a ciertos escritores (muy contados) depara la literatura. Ambas cosas son distintas. Tal vez, el atributo principal de la vocación literaria sea que, quien la tiene, vive el ejercicio de esa vocación como su mejor recompensa, más, mucho más, que todas las que pudiera alcanzar como consecuencia de sus frutos.»

Y, a partir de esa idea fundamental sobre la vocación, Vargas Llosa discurre sobre el poder de persuasión, el estilo, el espacio y el tiempo del narrador, la realidad y la experiencia del escritor, la autenticidad y la ficción del relato, la eficacia de la escritura, su coherencia interna que emana del propio lenguaje, la estructura de la novela,

«esa artesanía que sostiene como un todo armónico y viviente las ficciones que nos deslumbran»...

Un alarde de sabiduría y experiencia, ilustrado con numerosos ejemplos de escritores y novelas, descritos con pinceladas breves y certeras, que acaba con un consejo definitivo:

«Querido amigo: estoy tratando de decirle que se olvide de todo lo que ha leído en mis cartas sobre la forma novelesca y de que se ponga a escribir novelas de una vez.»


El consejo de... Charles Dickens Sobre su hijo, David Copperfield


Dickens, que con doce años empezó a trabajar en una fábrica de betún después de que su padre fuera encarcelado, escribió algunas novelas tan conocidas como Oliver Twist, Papeles póstumos del club Pickwick o David Copperfield.


Esta última, narrada en primera persona y con trazos autobiográficos, fue para él su novela favorita.

En el prólogo de la misma, escribe:

Es posible que al lector le interese muy poco saber con cuánta tristeza se abandona la pluma después de una labor creadora de dos años; o cómo se siente el autor al arrojar una parte de sí mismo en el reino de las sombras, cuando una multitud de criaturas de su imaginación se separan de él para siempre. Y, sin embargo, no tenía nada más que contar; a menos que confesara (lo, todavía hoy, que sólo me queda algo nuevo que confiar al lector. De todos mis libros, éste es el que prefiero. Nadie pondrá en duda que soy un padre afectuoso con todos que quizá sea aún menos relevante) que a nadie podría parecerse más esta narración, al leerla, de lo que me había parecido a mí al escribirla. Tan ciertas son estas afirmaciones los hijos de mi imaginación, y que ningún otro progenitor puede querer a su familia con tanta ternura. Pero, como muchos padres afectuosos, tengo un hijo favorito en el fondo de mi corazón. Y su nombre es David Copperfield.

De Charles Dickens, David Copperfield (Alba)


lunes

Artículo muy interesante del diario El País

La papelera




Durante el proceso de elaboración de un texto se produce cierto porcentaje de fracasos. La papelera se ha inventado para algo. Piensen en ella como en el altar de la musa del olvido a quien ofrecen sus chapuceros primeros esbozos, símbolo de sus imperfecciones humanas. Ella es la décima musa, aquella sin la cual ninguna de las otras podría actuar. El don que ella les ofrece es la libertad de la segunda oportunidad. O de tantas oportunidades como necesiten.


Margaret Atwood,«Nueve comienzos», en La maldición de Eva.


domingo

lunes

Otro buenísimo blog para datos de nombres y autores y libros




y disfrutar o enfurecernos x todo lo que no leímos


a mí me encanta, súper completo


http://www.lecturalia.com/

Buenísimo reportaje





Hace algunos años visité a Fernando Vallejo en su departamento de Ciudad de México (y lo más seguro es que él no lo recuerde). Un par de horas antes me presenté por teléfono como periodista y le pedí una entrevista. Recuerdo todavía cada una de sus palabras al otro lado de la línea, con esa voz delgadita, casi frágil, que tiene:

-Venga a mi casa y hablamos, pero sin que publique nada -respondió-. Si quiere decir algo de mí en Colombia -agregó-, diga que me morí.

La muerte y Fernando Vallejo han caminado juntos desde hace tiempo. La muerte, como protagonista de su literatura. En su nueva novela, El don de la vida (Alfaguara), Vallejo -o el personaje de la historia, que puede no ser él, vaya a saberse- entabla un diálogo con la Muerte (así, en mayúsculas). Sentados en una banca del parque Bolívar, de Medellín, los dos pasan las horas completando un largo listado de personas fallecidas y compartiendo opiniones sobre muchos temas, como si fueran unos viejos compadres. La Iglesia, el sexo, la política, la familia, el idioma, Medellín, Colombia, la vejez, el pasado. El Vallejo de siempre, igual de rabioso, igual de franco, aparece en este libro que, sin embargo, está escrito en una forma que hacía rato no empleaba el autor antioqueño: el diálogo.

-Para mí lo más fácil es poner a hablar a los personajes: lo aprendí prestándole atención a la gente y escribiendo guiones de cine. Por lo demás, mis libros nunca han sido monólogos; en varios de ellos hay diálogos míos con un juez, con un psiquiatra, con un cura... Y continuas interpelaciones al lector. En Entre fantasmas le dicto párrafos enteros, que le voy corrigiendo, a un amanuense.

-El protagonista conversa con la muerte y entre los dos casi no hay puntos contradictorios. ¿No habría sido más tentador dialogar o debatir con la vida?

-Yo no tengo nada qué debatir con la vida. Lo único que quiero es salir de ella.

Vallejo responde corto, conciso. Lo prefiere así, dice, para que no salgan editadas sus palabras. ¿Y cuándo vamos a encontrarnos con un Vallejo que no defienda a la muerte? "Menos la Muerte, que vive y queda, todo se muere y pasa. Pero al final de cuentas la Muerte no es tan mala, es una buena mujer. Consuela al triste, reivindica al pobre, cura al masturbador, duerme al insomne, pone a descansar al cansado...", dice en la página 144.

-Lo que se extraña en este libro son las historias con sus abuelos, sus palabras de amor por ellos. Aquí incluso se queja de su abuela por haber dado a luz...

-Traer hijos a este mundo es el crimen máximo. Con todo lo que quise a mi abuela, cada día que pasa se lo perdono menos. ¡Qué tenía que meterse esa santa mujer en semejantes porquerías!

-Y por ahí aparece también que lleva años acostándose con Colombia... ¿Se trata acaso de una reconciliación o, por lo menos, de un deseo de reconciliarse?

-Nada de eso. Puro sexo. A mi peor enemigo le perdono lo que sea si está bueno y se acuesta conmigo.

Colombia, claro, tampoco sale bien librada en este libro. De ahí que aparezcan frases como éstas: "¡Y cuál patria, a ver, de cuál hablamos! ¿De Colombia? Colombia es un matadero, el campo mejor minado para la Muerte".

-Al terminar la novela uno puede pensar que el don de la vida para Vallejo es poder morirse. ¿El título del libro es una ironía?

-Sí, es un título irónico. La vida es una desgracia. Entiendo la muerte como un alivio.

-"La lengua española se putió", escribe. ¿Tan malo ve el estado actual de nuestro idioma?

-La lengua española perdió toda su expresividad y su gracia, y hoy no es más que un pobre adefesio anglizado . Ojalá que se acabe también. Total, ya ha durado mil años. ¿Qué más quieren?

-Ha afirmado que no lee un libro desde hace veinticinco años. ¿Qué libros quedan en su biblioteca?

-¿Libros? Un diccionario viejo de la Real Academia y pare de contar.

Pocos se salvan en las páginas de El don de la vida . De Jorge Luis Borges, Vallejo escribe que "era un güevón y todos lo saben. ¡Pero quién le da patadas a un ciego!". De García Márquez aparece, por ejemplo: "No debe ser El amor en los tiempos del cólera . Debe ser: ´Amor en tiempos de cólera´. Sobran ´el´, ´los´ y el artículo ´el´ de la contracción ´del´. ¡Qué hombre estúpido el de semejante título! Un güevón inflado".

Vallejo dispara palabras contra Bolívar, contra el Papa de hoy y el de antes, contra los liberales y los godos, contra Dios, contra la presidenta argentina Cristina Kirchner, contra Hugo Chávez, contra los pobres, los ricos. Y cómo iba a faltar, también, contra el presidente Álvaro Uribe...

-¿No cree que incluir nombres tan coyunturales reduce el vuelo que pueda tener una novela?

-No sólo le reduce el vuelo: la empuerca. ¡Pero qué importa! Entre la porquería andamos.

-Uno siente que sus novelas son el resultado de manuscritos salidos de un tirón y sin barreras. ¿En su trabajo hay mucha revisión, mucha reescritura?

-Ninguna. No releo lo que escribo. Por eso los libros míos están llenos de repeticiones y contradicciones. Pero así los dejo. No les cambio ni una coma. Lo que sí no me quedan es lo suficientemente caóticos para que me reflejen a mí.

-¿Qué le genera un libro cuando lo termina? ¿Qué siente hoy por El don de la vida , por ejemplo?

-Para mí terminar un libro es como una eyaculación de diez minutos en ralentí, fantástica, "inmarcesible", como diría Núñez.

-A finales del año pasado usted dijo que ésta sería su última novela. ¿Ésta es su despedida de la novela como género o de la escritura en general?

-No: es simplemente el tercer libro que escribo sobre mi muerte. A ver si logro escribir el cuarto. Entre fantasmas y La Rambla paralela no me quedaron bien. Ni éste tampoco. Con mi muerte soy exigentísimo. Espero escribir siquiera cinco más sobre este mismo tema a ver si le acierto.

-¿Es decir que en este libro todavía no está todo lo que quiso decirle a la muerte?

-No, todavía no acabo, me da para varios libros más, empecinados, repetitivos, rabiosos.

-¿Y este libro, como ha dicho de otros, también lo escribió escuchando música?

-Sí. Lo escribí escuchando boleros. Y llorando por "lo que pudo haber sido y no fue".

Algunos opinan que el Vallejo personaje público ha opacado al Vallejo escritor. ¿Será así? "No soy ningún personaje público -responde- ni me doy ninguna importancia como escritor."


jueves

Por los comentarios del post anterior y que el próximo es el último encuentro

Me cuentan que hubo mucho entusiasmo y que pasaron cosas copadas y por lo que leo, un balance muy positivo.

Yo les quiero contar algo: no tengo ningún beneficio económico con éstos cursos. Y leo que Ale ya larga otro de éstos, y que algunos se están planteando seguir.
Este taller, a mi modo de ver, es el más eficaz de los que da Ale (eso q dice q tiene garantía)

Yo lo hice, participé, de no sé ya cuántos, me hacen bien, me empujan. Me dan entusiasmo. Yo le digo a Ale q es mi Prozac sin droga. Suelo cargar pilas, sentir que puedo y me doy permisos y entiendo cada vez más de todo ésto.

Lo que les quiero decir es que el que pueda y quiera, que siga, que cuánto más nos acercamos a nuestros deseos más claro es todo, que repetirlo y tomarlo como una terapia, un empujoncito semanal, un no desconectarnos con lo que queremos, una brújula, un norte, un apoyo, que siga, que lo haga, que vaya, que vale la pena.